31 de enero de 2015

Blasón vacío


 Desde que nacemos estamos condicionados por el azar: ser niño o niña, caucásico o asiático,... Pero a su vez esta suerte está delimitada por los genes, la sociedad o la época. Se puede nacer rubio y alto en una familia acomodada de Toronto, o bajito y moreno en un suburbio de Calcuta. Tras esta determinación, casi todo lo demás tiene su motivo, decisiones que dibujan a uno mismo.

 Heredé las patas de gallo y el pelo de mi padre y no por ello opté por el arte de la joyería. De mi madre quizá la boca y los lunares, pero me escabullo de las iglesias dando coletazos. Heredé dos apellidos que sólo son palabras, obtuve unos padres que decidieron educarme en la honradez y el cariño ante todo. Es por eso que este blasón vacío no puede llenarse con letras y símbolos pues ya está repleto de personas anónimas que son las que crean la verdadera familia.